El ministerio cristiano no es complicado. No es más que hacer y alimentar a verdaderos seguidores del Señor Jesucristo, a través de la predicación de la Palabra de Dios, junto con oración, en el poder del Espíritu Santo. Es hacer discípulos. No es algo difícil de entender, ni tampoco de hacer, a menos, claro está, que seas un pecador viviendo en un mundo de pecado. Pero la engañosamente sencilla tarea de hacer discípulos se vuelve exigente, frustrante y difícil en nuestro mundo, no porque sea muy difícil de comprender, sino porque es una tarea en la que es difícil perseverar. Es por esta razón que nos embobamos ante los nuevos expertos del ministerio que afirman que, sin fallar, logran crear iglesias de al menos 5,000 miembros a partir de la nada, y que cuentan con métodos infalibles para hacer crecer tu iglesia hasta ser como la de ellos. Cada cinco o diez años aparece una nueva moda que varia cada vez. Bien podría ser el modelo de culto centrado en los inconversos, o el modelo de una vida con propósito, o el de participación misionera y cultural, o cualquiera que sea la novedad del momento. Todas estas metodologías tienen cosas buenas, pero igual todas ellas equivocan el objetivo, porque nuestra meta no es hacer crecer iglesias, sino hacer discípulos.
Los siguientes postulados son parte esencial de nuestro pensar:
1. Nuestro objetivo es hacer discípulos
El objetivo del ministerio cristiano no es hacer que más personas asistan a la iglesia el domingo, ni aumentar las membresías o hacer que más personas participen en los grupos pequeños y tampoco es aumentar el presupuesto; ¡por muy importantes es hacer valiosas que todas estas cosas sean! El objetivo principal es hacer discípulos que hagan más discípulos para la gloria de Dios. Queremos ver que las personas se conviertan y dejen de estar muertas en sus transgresiones, para tener vida en Cristo; y que una vez convertidas, se les haga seguimiento y se establezcan como discípulos maduros de Jesús; y, conforme se establecen, se les capacite en conocimiento, santidad y habilidades, para que ellas a su vez hagan discípulos.
Esta es la Gran Comisión: hacer discípulos. Lo que caracteriza a una iglesia próspera es el hecho de formar verdaderos discípulos que a su vez hacen discípulos de Cristo.
2. Las iglesias tienden a institucionalizar, tal como las chispas tienden a volar
Las iglesias inevitablemente se van inclinando hacia la institucionalización y la secularización. Llega un punto donde el centro de interés ya no es la vid, sino el enrejado; donde en vez de ocuparse de que las personas crezcan como discípulos, se dedican a organizar y a mantener actividades y programas. Y los pastores, empezamos a pensar sólo en términos estructurales y corporativos. Nos desgastamos pensando en cómo hacer que la gente participe en los grupos, en aumentar la asistencia a diversos programas, eventos para otras personas, etc. Dejamos de pensar en las personas, de orar por ellas, de preocuparnos por conocer cuál es su crecimiento espiritual, porque nos dedicamos a hacer funcionar toda una serie de actividades grupales cuyo nivel de asistencia (suponemos) seria equiparable al crecimiento existente en los discípulos.
Pero asistir a grupos y actividades no produce crecimiento en cl discipulado, así como tampoco el hecho de escuchar el Sermón del Monte convertía a alguien en discípulo de Jesús. Muchos de los que andaban junto a Jesús y que lo siguieron en distintas ocasiones, no eran discípulos de verdad. Las multitudes iban tras él por muchas razones, pero con la misma facilidad se alejaban de él.
3. El centro del discipulado es enseñar con oración
La palabra "discípulo" significa, principalmente, "estudiante" o "alumno. Y nos convertimos en discípulos y crecemos como tales: escuchando y aprendiendo la Palabra de Cristo, el evangelio, mientras el Espíritu Santo aplica esa verdad en nuestros corazones. La esencia del "trabajo en la vid" es que una persona comparta, apoyándose en oración y con la ayuda del Espíritu Santo, el mensaje de la Biblia con otra persona (o con más de una). Claro está que existen varias estructuras, actividades, eventos y programas que proveen un contexto para poder compartir con oración este mensaje, pero si no lo compartimos, entonces todo es enrejado y nada es vid.
4. El objetivo de todo el ministerio, no sólo de la obra personalizada, es formar discípulos
No existe un solo contexto o estructura para el discipulado. En algunos lugares, el "movimiento de discipulado" se ha apoderado del lenguaje del discipulado para dar a entender que la verdadera manera de hacer discípulos es mediante las tutorías individuales, y que las reuniones en la iglesia, los grupos pequeños y otras reuniones corporativas, no sirven; sin embargo, el objetivo de todo el ministerios, en todas sus formas, es hacer discípulos. Este debería ser el propósito del sermón del domingo, como también el de ese grupo pequeño que se congrega los martes por la noche, o el grupo de hombres que se junta a cenar una vez al mes, así como también el de la reunión informal entre amigos cristianos de los domingos por la tarde.
Pero, al parecer, la moda cambia. Mientras escribimos al respecto, el problema que existe en la mayoría de las iglesias que conocemos es que prácticamente no se está realizando suficiente trabajo individualizado. Las actividades estructuradas y los eventos grupales han tomado la delantera, y los que forman parte del equipo pastoral ocupan su tiempo organizando y administrando en vez de buscar, discipular y capacitar a las personas; pasan poco tiempo trabajando con individuos y capacitándolos; y esos individuos, a su vez, pasan poco tiempo reuniéndose con otros individuos y capacitándolos. El centro de atención ya no está en los individuos y en su crecimiento como discípulos, sino en las actividades y eventos, y en aumentar la cantidad de asistentes a ellos.
5. Ser un discípulo es ser un hacedor de discípulos
Jesús les dio a sus discípulos la visión de hacer discípulos en todo el mundo. Ningún rincón de la creación es zona prohibida, y ningún discípulo está eximido de este trabajo.
Es natural que el carácter radical de este desafío nos haga retroceder temerosos, pues reemplaza nuestra cómoda y acogedora visión de la "agradable vida cristiana", con un llamado a todos los cristianos a dedicar sus vidas a hacer discípulos para Jesús.
Hacer discípulos es una frase muy sutil para resumir este radical llamado, porque involucra ir con la Palabra a los no creyentes y también alentar a nuestros hermanos en la fe a crecer a la imagen de Cristo. Como dice Mateo 28, "hacer discípulos" bautizar a las personas en Cristo, enseñándolas a obedecer todo lo que Jesús ordeno. Entonces, hacer discípulos" tiene que ver con un inmenso ámbito de relaciones, conversaciones y actividades; involucra todo, desde predicar un sermón hasta enseñar en la escuela dominical; desde conversar con un vecino no creyente por encima del cerco de la casa, hasta escribirle una nota de aliento a un amigo cristiano; desde invitar a un miembro de la familia a escuchar el evangelio en algún evento en la iglesia, hasta reunirse individualmente con algún hermano creyente para estudiar la Palabra; desde leerle la Biblia a tus hijos, hasta hacer algún comentario cristiano mientras tomas el café con tus colegas de trabajo.
6. Los hacedores de discípulos necesitan ser capacitados y equipados en convicción, carácter y competencias
Si esta visión de hacer discípulos es correcta, entonces parte integral de este proceso es la enseñanza y capacitación de cada discípulo para que pueda hacer discípulos. Esta capacitación no consiste sólo en impartir ciertas habilidades o técnicas, sino que involucra cuidar y enseñar a la persona en lo que respecta a su entendimiento y conocimiento (convicciones), su santidad y forma de vivir (carácter), y en sus habilidades y experiencia practica ministrando a otros (competencias).
Este tipo de capacitación se asemeja más a una relación padre e hijo que a la relación que se da en una sala de clases, por eso es relacional y personal, y el ejemplo y la imitación son parte de ella. En el caso de la mayoría de las congregaciones y ministerios, para que logren concebir de este modo la capacitación, será necesario que cambien de forma de pensar en varios aspectos del ministerio: en lugar de realizar programas y eventos, deberán darle prioridad a capacitar a las personas; en vez de usar a las personas, deberán hacerlas crecer; en vez de mantener estructuras, deberán capacitar a nuevos hacedores de discípulos.
7. Hay sólo un tipo de discípulos, sin importar qué roles o responsabilidades desempeñen
Todos los cristianos deben ser discipuladores y ocuparse de cultivar la vid" cada vez que puedan, y de la forma en que puedan. No obstante, a pesar de la variedad de dones y roles que cada cristiano posee en esta tarea, algunos tienen la responsabilidad particular, como pastores, obispos y ancianos, de enseñar, advertir, amonestar o alentar. Ellos son los encargados y organizadores de la visión discipuladora de Cristo, los guardianes y gestores, los maestros y ejemplos a seguir. Los pastores, ancianos y demás lideres proveen las condiciones bajo las cuales el resto de la congregación puede poner manos a la obra en el cultivo de la vid, compartiendo, con oración, la verdad de Dios con otros.
En el fondo, todos los pastores y ancianos no son más que jugadores dentro de un gran equipo. Su esencia o estatus no es distinto al del resto y su tarea tampoco es fundamentalmente diferente; no son ellos los jugadores, y el resto de la congregación espectadores o equipo de apoyo; simplemente, los pastores ancianos son aquellos viñadores a los que se les ha dado la responsabilidad particular de ocuparse de la gente y capacitara, para que sean a su vez discipuladores.
Extracto del capítulo 12 del libro El enrejado y la vid: una visión que trasformará tu iglesia: discípulos que hacen discípulos de Colin Marshal y Tony Payne. Editorial Torrentes de vida. Más información AQUÍ
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