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Foto del escritorCristian Maya

Siendo ministerio


Recuerdo una conversación que tuve con un pastor y ex rector de una universidad que ya transitando su jubilación me visitó en mi oficina. Aquella visita se debía a su próxima radicación en mi localidad y cordialmente se acercó a saludarnos.

Desde el 2009 y hasta la actualidad trabajo como directivo y también cumplo la función pastoral en la iglesia a la cual asisto y en aquella visita me dejó una enseñanza que la aprehendería con el tiempo (lamentablemente). Este pastor me preguntó muy cordialmente si me podía dar un consejo a lo cual acepté muy expectante. Me dijo; Cristian no hagas lo mismo que hice yo. En mi tiempo de rector y pastor separaba mis funciones y me perdí de muchas cosas. Como el estar con mi familia, ver crecer a mis hijos, pasar tiempo con mi esposa, amigos, etc. No comprendí que lo que hacía en la semana era ya servir en el ministerio de Dios. Lo separé, me canse y aprendí tarde la lección.


Debo confesar que me agrado mucho su consejo pero lejos de tomarlo transite años con este mismo error. ¿Por qué digo error? No comprendí que el trabajo también es parte de la creación de Dios para el ser humano (Génesis 1). Transite mucho tiempo entendiendo que lo sagrado sucede solo dentro de un espacio. Cuando nos encontramos los domingos o en algunas reuniones semanales, si queremos ser más espirituales. La espiritualidad la entendía como algo que sucede dentro de mi corazón en mi devocional diario más las actividades en la iglesia. Que los dones como lo señala la Palabra de Dios son para usarlos de edificación del cuerpo de Cristo (1 Cor. 14:12). Y no quiere decir que estas cosas están mal, solo que son incompletas.


Incompletas porque de lunes a viernes es laboral, más devocional diario, más algún mensaje de WhatsApp alentador de la iglesia, más algún podcast que me alimente y los fin de semanas a trabajar de completo como maestro de la Palabra, músico, predicador, etc. ¿Qué me produjo? un lento pero efectivo desgaste y desorientación ministerial.


Mi duda existencial era, ¿Señor si estoy aceptando tu llamado porque me siento así?


En Génesis 1 fui encontrando la respuesta. Vi un Dios creador que fue hablando y formando cada espacio de la tierra. Su espíritu se encontró con que todo estaba desordenado y a medida que trabajó lo fue ordenando. No solo quedó ordenado, creado e impecable sino que al sexto día creó al hombre y mujer a imagen y semejanza suya. Allí está lo que iluminó mi corazón, fuimos creados para ser como Él. Seguramente me dirás que no debería ser noticia para un pastor, pero si fue una gran novedad. Entendí que fui creado para ser un trabajador como Él y esto me llevó a pensar que no tengo un ministerio que cumplir, debo vivir un ministerio para Cristo por lo tanto soy un ministerio que en otras palabras como me gusta expresarlo a mi (y discúlpeme si esta mal) estoy siendo ministerio.


Algo que me llamó poderosamente la atención fue esta orden de Dios al hombre: Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo». (vrs 28)


Observé que el verbo fructífero lo llevaba rápidamente a formar familias porque está con el verbo multiplíquense inmediatamente. Pero grave error de mi parte, porque cuando busqué la definición de este verbo me di cuenta de que significa otra cosa: fructuoso, productivo, provechoso, lucrativo, beneficioso*. Aparecen sinónimos como productivo, lucrativo y beneficioso. Verbos que se relacionan con lo laboral. Por lo tanto esto que es una orden de Dios se transforma en lo divino y si es divino es sagrado y no secular como lo venía entendiendo. Así que, no soy un pastor bivocacional. No existe tal cosa. Dios que me formó a su imagen y semejanza me dio la oportunidad de estar en su creación divina para estar siendo ministerio.


Hay pastores que se dedican tiempo completo a trabajar dentro de una organización denominacional y otros que nos dedicamos a trabajar un tiempo en estas organizaciones y fuera de ellas. Pero todos trabajamos para el Reino de Dios. Porqué la Iglesia no es el templo. La iglesia somos la comunidad de redimidos por la sangre de Cristo que está desparramada en un mundo caído cuyo príncipe de este mundo es Satanás y que necesita de cada uno de los miembros de la Iglesia de Cristo para ser portadores de las buenas nuevas. Estas buenas nuevas son que Cristo vino a redimir a toda criatura que está caída y que Cristo vendrá pronto nuevamente para redimir a toda su creación.


Pero, ¿Cómo podremos entonces cumplir con la orden que da Dios allí de “gobiernen sobre ella” si actualmente hay otro príncipe?


Este plan original que fue intervenido por el pecado y la caída del hombre fue puesto en marcha nuevamente por el Hijo de Dios “Jesús”: Que nos pone en carrera otra vez como reyes y sacerdotes nos da la posibilidad de presentar la redención a esta creación caída...


“Pero ustedes no son así porque son un pueblo elegido. Son sacerdotes del Rey, una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa” (1 Pedro 2:9).

Nos hace partícipes no como los salvadores, sino como los mensajeros de este gran anuncio:


“Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa.” (1Pedro 2:9b)

Y finalmente se nos da una identidad clara de lo que somos “Antes no tenían identidad como pueblo, ahora son pueblo de Dios”. Por lo tanto como personas siendo ministerios tenemos las herramientas claras para obedecer el mandato estemos donde estemos.


Esta revelación me trajo luz porque entendí que la dualidad que estaba viviendo no era sana, provechosa y si me permiten liberadora. Soy una persona que vive en un mundo caído que por la gracia de Dios pertenezco a su Reino y como tal su reino no tiene días predeterminados, sino que su reino es habitable todos los días. Soy sirviendo a Cristo siempre, porque mis dones son para edificación del cuerpo de Cristo en mi trabajo, donde debo llevar luz y ser partícipe de la obra redentora de Cristo allí. Porque soy más espiritual agradeciendo día a día mi puesto de trabajo y al estar atento como mostrar a Cristo a mis profesores, padres y alumnos. Y si sumo a esto, mis lecturas devocionales (más lo anterior mencionado) vivo una espiritualidad completa.


Para finalizar me gustaría señalar otra enseñanza que deja el apóstol Pablo con respecto a lo que venimos conversando.


Porque recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de día y de noche para no ser carga a ninguno de vosotros, os proclamamos el evangelio de Dios” (1Tes 2:9 LBLA)

En la primera carta a los Tesalonicenses en el capítulo dos además de señalar el amor que tenía por esta iglesia que estaba en pleno crecimiento, Pablo les recuerda como fue esos inicios para señalar que no sólo valió la pena todo lo que se hizo sino también para que sirva como ejemplo de vida cristiana.


Observemos lo que dice el comentario Bíblico Mundo Hispano sobre este versículo: La palabra cariñosa, hermanos, se adapta muy bien especialmente en la conexión presente: Pablo y Silas, y Timoteo se habían situado al mismo nivel que los obreros de Tesalónica; ¡todos trabajaban por su sustento material! Véase también sobre 1 Ts. 1:4. Sin embargo, la implicación es más amplia; ¡el lazo es espiritual! ¡son hermanos en Cristo! La expresión fatiga y arduo trabajo (palabras que en el original riman: κόπος—μόχθος)—no se refieren tanto a la fatiga y cansancio con relación al trabajo en tiendas como al pensamiento completo expresado en la frase, es decir, que los misioneros habían estado trabajando noche y día (parte de la noche, y parte del día; obsérvese el genitivo) ¡y habían estado predicando además! Debió haber sido muy duro, indudablemente, hallar tiempo para todo esto y no ser quebrantados por tanta carga. Sin embargo, por causa del evangelio de Dios y su grande amor por los tesalonicenses, siendo en su mayoría simplemente obreros, habían soportado la carga con alegría. Obsérvese: “el evangelio de Dios”. Si hubiese sido de hombres, por ejemplo de “filósofos ambulantes”, los tesalonicenses no habrían sido tratados con tal consideración. (Tomado de: Hendriksen, W. (2007). Comentario al Nuevo Testamento: 1 y 2 Tesalonicenses (78). Grand Rapids, MI: Libros Desafío)


Los formó, los educó, los hizo más espirituales a sus discípulos siendo ministerio cada día. El trabajo es espiritual también, allí podemos crear lazos espirituales y ser ministerio. No hay una secularidad que no nos permita demostrar lo que somos, todo lo contrario, nuestra realidad espiritual contrastará lo secular que nos rodea y pondrá en evidencia lo que Cristo quiere hacer a través de nosotros en donde nos movamos.


Esto trajo descanso, liberación y una visión más amplia de mi vida. El ministerio que Dios me llamó para servir está en todo momento y en el lugar que hoy me toca estar. No soy un pastor solo de fin de semana, en un casamiento o velorio. Soy un siendo pastor obedeciendo al llamado de Dios.


Ahora tengo más tiempo para mi familia, amigos y asuntos personales porque todo tiempo estoy siendo.


Quiero invitarte a que puedas entonces reflexionar y animarte a ser ministerio todo el tiempo donde te muevas. A que puedas encontrar tu vocación y tener descanso espiritual, emocional y físico.


Dios nos llama a ser luz fuera de los templos y ser iglesia donde estemos la mayor parte del tiempo. Parece una frase ya muy quemada, pero así es lo que Cristo te invita a vos y a mi a estar siendo día a día.


 


Pr. Cristian Maya

Lic. En Educación. Profesor en Filosofía y Teología.

Rector Instituto Santiago Canclini (Educación formal)

Coordinador de Centros Universitarios Universidad Siglo 21.

Miembro activo de la Red Universitaria Evangélica.

Instagram @cristianmayaok Facebook @CristianMaya


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