La idea del trabajo como medio de supervivencia exclusivamente, es un concepto que tiene raíces ideológicas y que enmarca al ser humano en un escenario de transacciones. Una persona tiene su fuerza de trabajo y otros desean apropiarse de ella mediante el pago de cierta suma de dinero que, de ningún modo, equivale a esa porción de “vida” que fue invertida en la tarea pactada.
De una forma muy superficial y reducida, traté de exponer en palabras sencillas la cosmovisión actual que se nos ha ido permeando en nuestro devenir como cristianos. Sin embargo, Dios nos llama a una integridad que escapa de lo binario expresado en “lo espiritual vs lo secular”. Si nos remitimos a la Biblia, el ser humano fue puesto en la Tierra e inmediatamente se le dio una tarea y fue equipado para ella: ejercer dominio. Claro que este “señorío” al cual remito no tiene que ver con la explotación actual del medio ambiente ni de los semejantes. Esto último es producto de nuestra naturaleza corrompida y malvada, de la cual solo Cristo puede redimirnos.
Asimismo, en la cultura en la que vivimos y que en parte moldea nuestro modo de pensar y de actuar, el trabajo no suele vincularse con nuestro propósito y le fue eliminado su potencial misionero. Esto se observa incluso si se trata de una profesión para cual hemos invertido años de nuestras vidas y que se supone que está alineada con gustos e intereses. En este camino de devolver la integridad al hombre, pensada como una visión holística de cuerpo, mente y espíritu es que surge el trabajo como un campo fértil, no solo para la realización personal, sino para ejercer influencia en un mundo que sufre y en el cual podemos poner de manifiesto el llamado a ser sal y luz. Ya no se trata únicamente de vivir de una forma distinta, sino de ser distintos aún en ámbitos desafiantes como puede ser nuestro trabajo.
Retomando el concepto de cultura, es interesante entenderla como un espacio de confrontación, una dimensión en la cual se ponen de manifiesto valoraciones, creencias, prejuicios. Si bien numerosos autores del campo de las ciencias sociales han intentado definirla, en la mayoría de los casos, el punto en común se relaciona con el modo de ser y estar que comparte un grupo de personas. Debido a la dificultad teórica para poder explicarla, algunos han ideado conceptos de mediano alcance en su intento de abordar lo inteligible. A los fines de este artículo, es suficiente comprender que como parte de una comunidad espiritual compartimos valores y prácticas que no debemos dejarlas en casa los domingos a la noche para luego vestirnos de nuestro atuendo secular el lunes por la mañana. Dios nos llama a una vida íntegra, puesto que no es menos espiritual escuchar un sermón desde un banco (o una pantalla de Zoom) que entregar una tarea laboral en tiempo y forma. El modo binario de pensar entre lo espiritual vs lo secular nos limita en nuestro potencial como sujetos creados a imagen y semejanza del Dios creador del Universo y todo lo que hay en él.
Desde un punto de vista personal, el haber podido formarme en la universidad pública hizo que me relacionara con distintos tipos de compañeros y compañeras que han dejado huellas en mi formación tanto como persona, hija de Dios y como profesional. Pude aprender a estar en desacuerdo con una idea sin faltar el respeto, pude conocer otras formas de vivir una ideología y fundamentalmente pude observar la singularidad que reviste a cada ser humano y que es producto de la capacidad creadora de un Dios absoluto. Incluso tuve la oportunidad de formar parte de grupos cristianos que me enseñaron a compartir la Biblia con un método inspirado en la ciencia. Estas experiencias me llevan a motivar a otros a estudiar y a entender que la fe y la ciencia conviven y se complementan, que Dios nos llama a
vivir una vida que impacte a otros y que nuestra existencia, con todas sus aristas es para su gloria.
Por último, creo que es necesario desaprender viejas (y equivocadas) ideas en torno al trabajo y abrazar la perspectiva que Dios nos da; el trabajo no es una maldición, no es un castigo sino un propósito divino al igual que el ser buenos ciudadanos, buenos padres, hijos y vecinos. Toda nuestra vida, con sus luces y sombras tiene sentido en los planes que Dios tiene para nosotros y eso incluye el ámbito del trabajo.
Laura Alonzo es Licenciada en Comunicación por la Universidad Nacional de General Sarmiento, realizó un curso de posgrado en Comunicación Interna en la Universidad de Buenos Aires y actualmente se está formando en Comunicación Estratégica Enactiva en la Escuela de Comunicación de la Universidad Nacional de Rosario. Comenzó su trayectoria profesional en el campo de Recursos Humanos, siendo parte de iniciativas de Clima, Cultura y Transformación en contextos multiculturales. Actualmente es Consultora Sr. en PwC Argentina para la práctica de People & Organisation.
Contacta a Laura laura_victoria_alonzo@hotmail.com
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