Cuando los científicos se asoman al vasto universo, ¿Qué ven? Según el erudito Patrick Glynn, ven un universo conformado por innumerables partes y sistemas interdependientes, que cooperan en tan asombrosa armonía que queda claro «que el universo entero ha sido engranado intrincadamente desde el principio para albergar la existencia de la vida».2
Cuando los científicos circunscriben su mirada al universo que encierra una célula viva, ¿Qué ven? Según el bioquímico Michael Behe, ven máquinas sumamente complejas hechas de moléculas. Behe explica:
Las máquinas moleculares arrastran cargas desde un rincón de la célula a otro a lo largo de «vías» formadas por otras moléculas, mientras que otras actúan como cables, cuerdas y poleas para mantener las células en forma. Unas máquinas encienden y apagan interruptores, matan a veces la célula, o la hacen crecer. Las máquinas de energía solar captan la energía de los fotones y la almacenan en sustancias químicas. Las máquinas eléctricas permiten que la corriente fluya a través de los nervios. Las manufactureras alimentan a las máquinas moleculares, como también a sí mismas. Las células nadan valiéndose de máquinas, se multiplican a través de maquinaria, ingieren alimento mediante una maquinaria. En suma, tales máquinas, altamente sofisticadas, controlan todos los procesos celulares. De este modo, los detalles de la vida están primorosamente calibrados, y la maquinaria de la vida es enormemente compleja.3
Según sigue explicando Behe, numerosos sistemas florecen dentro de las células vivas «compuestas de varias partes, las cuales contribuyen a la función [de todo el sistema]... La remoción de cualquiera de las partes hace que el sistema deje de funcionar efectivamente».4
En el siglo XX, el botánico Charles Darwin (1809-1882) dominó el mundo de la ciencia con su popular teoría de que toda forma de vida surgió por azar en un universo aleatorio. Sin embargo, los nuevos descubrimientos científicos desafían de forma contundente este concepto. Lejos de existir por azar y de ser caótico, el universo está formado por totalidades que interactúan y, a su vez, están compuestas de partes interdependientes que funcionan en armonía. Podemos tomar como ejemplos una sola célula, el cuerpo humano, un ecosistema y el sistema solar. Todos ellos son evidencia concluyente de que existe un Diseñador. Cuando observamos la belleza y la complejidad de la creación —los millones de partes que cooperan con asombrosa precisión y armonía— podemos proclamar la grandeza de Dios junto al autor del Salmo 104: «¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría!» (v. 24). Dicho en pocas palabras, la creación de Dios es holística.
Holismo
El holismo es la teoría o idea de que las partes de un todo deben entenderse en relación con ese todo. Hace hincapié en la totalidad y en la interdependencia de las partes, no tanto por sí mismas, sino comprendidas en el todo. Los primeros en usar el término fueron los científicos del siglo XX para describir el funcionamiento interrelacionado de las partes del universo. Actualmente se lo emplea en otros campos, como la filosofía, la psicología y la ecología.
El holismo revelado en las Escrituras
La idea del holismo se ha vuelto muy popular en la actualidad. El adjetivo «holístico» ahora es aplicable a todo: la medicina, la administración y el ministerio. Dado que los prosélitos occidentales de la Nueva Era suelen usar este mismo término, muchos lo asocian con el panteísmo y el misticismo oriental, razón por la cual algunos cristianos muestran cautela y tienden a evitar el concepto. No obstante, el holismo es una idea profundamente bíblica y es importante que sea parte de la mentalidad de los cristianos para que puedan crecer espiritualmente y desarrollar ministerios eficaces. Pensar de forma holística es entender las partes y el todo.
La iglesia
Hallamos este pensamiento de las partes y el todo desplegado en la descripción que hace el apóstol Pablo en 1 Corintios 12. La Iglesia, según Pablo, es una sola entidad, el cuerpo de Cristo, que consta de muchas partes (v. 12). Él compara la Iglesia con el cuerpo humano —otro sistema holístico— para ilustrarla y explica que el cuerpo tiene muchas partes interdependientes, como los ojos, los pies y los oídos: «Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿Qué sería del oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato? En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo» (1 Co. 12:17-20; cursiva añadida). Pablo describe las partes de la Iglesia desempeñando distintas funciones (o roles) según los distintos dones que han recibido los seguidores de Cristo:
«En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diversas lenguas» 1 Corintios 12:28
La Iglesia universal es holística: es el cuerpo de Cristo dirigido por un Espíritu, pero compuesto por muchas partes. Está constituido por miembros individuales, cada uno con distintos dones, agrupados en congregaciones locales. Cada una de esas expresiones locales se asemeja a un sistema, que funciona dentro de un todo en el que cada miembro contribuye con sus dones a la salud y eficacia del sistema. Tanto a escala local como global, nos necesitamos unos a otros para funcionar como cuerpo de Cristo en el mundo.
Dios y la realidad
La fuente suprema y el sustentador de la creación es Dios. Él abarca toda la realidad; nada existe ni puede existir en el universo separado de Él. Para entender a Dios debemos reconocer el todo y las partes de su naturaleza, es decir, debemos entenderlo en términos holísticos. La Biblia revela a un Dios en tres personas. Según el teólogo J. I. Packer, la doctrina de la Trinidad afirma que el «Dios único (“Él”) también es igualmente “ellos”, y que “ellos” están siempre juntos y colaborando» para desplegar su plan de redención para la creación.6 En el curso de la historia, tal como lo refleja la Biblia, vemos actuar a un Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La autora y erudita cristiana Nancy Pearcey describe la Trinidad como la «piedra angular del pensamiento social cristiano» y agrega: «La raza humana fue creada a imagen de Dios, cuyas tres personas, íntimamente relacionadas, constituyen la Trinidad... un solo ser en tres personas. Dios no es realmente “una deidad” que adopta tres formas; tampoco es realmente “tres deidades”, lo cual sería politeísmo. Tanto su unidad como su Trinidad son igualmente reales, esencialmente iguales, de igual manera básicas e integrales para la naturaleza de Dios».7
No podemos afirmar que el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo sea más importante que las otras dos personas, ni podemos descartar a una de ellas y seguir teniendo una imagen fidedigna de Dios. Del mismo modo, no podemos entender la realidad de las diversas partes que componen el universo sin considerar a Dios. Para entender a Dios adecuadamente —para pensar en la realidad suprema— necesitamos pensar de forma holística.
La Biblia
La Biblia es holística. El todo es un relato unificado que describe el carácter y la existencia eterna de Dios, el origen y la naturaleza del universo, la fuente del mal, el sentido y propósito de la vida humana, y el objetivo último y definitivo de la historia. La Biblia consta de sesenta y seis libros, compuestos por capítulos y relatos más pequeños. Estos libros tienen varios autores, entre ellos, Moisés, el rey David, varios profetas, y los apóstoles Pablo y Pedro, quienes se valieron de distintos estilos (historia narrativa, poesía, canciones, cartas personales y otros recursos) escritos en varias lenguas (principalmente hebreo y griego) en el transcurso de varios siglos. Sin embargo, el Espíritu Santo entretejió esta amplia variedad de textos para conformar una sola historia: la historia de Dios y del despliegue de su plan redentor en la historia. Quitar una parte de la Biblia significaría comprometer la integridad de su totalidad. Sus partes son interdependientes e igualmente importantes para la totalidad del mensaje.
En el universo vemos que Dios diseñó todas las cosas siguiendo el modelo de un todo constituido por partes. Para los cristianos y, en definitiva, para todas las personas, el concepto del holismo es fundamental para tener una comprensión acabada del universo. Debemos pensar en términos holísticos para entender a Dios, a Jesucristo, la creación, la Biblia, nuestra sociedad, nuestros ministerios y a nosotros mismos.
Un hermoso equilibrio
El pensamiento holístico no es sencillo ni automático. Requiere sostener dos o más partes en equilibrio en el contexto de un todo más grande. A veces, esas partes parecen contradecirse entre sí. ¿Cómo puede ser que Jesús sea completamente Dios y completamente hombre? ¿Cómo puede ser que Dios sea uno y trino? Como lo ha demostrado la historia, cuando los cristianos se concentran en un solo aspecto de la vida o de la fe y descuidan los demás, surgen problemas. Cuando no mantenemos el equilibrio entre las partes —cuando no pensamos de forma holística—, perdemos de vista la verdad plena que revelan las Escrituras.
2 Patrick Glynn, «Beyond the Death of God», National Review, 6 de mayo de 1996, p. 28.
3 Michael J. Behe, La caja negra de Darwin: El reto de la bioquímica a la evolución (Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1999).
4 Ibíd., pp. 39, 42.
6 J. I. Packer, Teología concisa: Una guía a las creencias del cristianismo histórico (Miami, FL: Editorial Unilit, 1998).
7 Nancy R. Pearcey, Total Truth: Liberating Christianity from Its Cultural Captivity (Wheaton, Ill.: Crossway Books, 2004), p. 132.
Extracto del libro Entre lo sagrado y lo secular de Scott Allen. Editorial Jucum.
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