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El discipulado


En la Biblia existe una preferencia por la expresión “discípulo” antes que “cristiano”. En el NT se usa “discípulo” 269 veces mientras que la palabra “cristiano” aparece solo tres veces. El sentido de la palabra discípulo es más profundo que el de alumno: un discípulo es un aprendiz que sigue a un maestro y sus enseñanzas. En el griego bíblico es manthano y en hebreo el término correspondiente es limmud, palabras que destacan la relación maestro-aprendiz.


el tema del discipulado está presente a lo largo de toda la Escritura. Por ejemplo, en 1 Crónicas 25:1-8 nos encontramos con los 288 cantores y músicos a cargo del ministerio de la alabanza, divididos entre maestros y discípulos. El profeta Isaías, tuvo un núcleo de discípulos a los cuales les dedica tiempo y esfuerzo considerables para su formación (Is 8:16).


Desde el periodo posexílico la palabra discípulo se hizo más popular; se multiplicaron los maestros y sus respectivos discípulos. Pero, poco a poco las escuelas de los maestros añadieron reglas, normas y tradiciones a las Escrituras (Mt 23).


Cuando Jesús inicia su ministerio, en el mundo romano existían academias griegas con sus maestros asignados. El modelo pedagógico predominante era la transmisión de conocimientos. Hoy en día, igualmente, existen modelos pedagógicos que replican estos viejos ejemplos. Sin embargo el sujeto del aprendizaje es mucho más que un depositario de saberes.


En el caso de los rabinos, la meta era tener la mayor cantidad de discípulos y cultivar el conocimiento y la tradición del Talmud. Los alumnos esperaban convertirse en maestros y contar son sus propios seguidores. En la cultura posmoderna en donde se enfatiza la imagen personal, no estamos libres de caer en la tentación de formar discípulos nuestros, antes que discípulos de Jesús.


Para los fariseos, su tarea principal era la de hacer prosélitos. Enseñaban la religión judía y exigían a sus discípulos adoptar la cultura y la política judía. Jesús les acusaba de que, a través de ello, impedían que otros entren al reino de los cielos (Mt. 23:11-13). Nuestro discipulado también puede ocultar un afán proselitista.


En cambio el modelo de Jesús era muy diferente. Él mismo elegía a sus seguidores y los instruía, formando una comunidad de discípulos que se caracterizaba por la heterogeneidad de sus miembros (Mr 1:16-20). El fundamento de su discipulado fue una relación personal que implicaba una formación práctica en todos los ámbitos de la vida y un compromiso absoluto y permanente. Su propósito era enviarlos a predicar el mensaje del reino y transformarlo sen formadores de otros discípulos de Jesús (Mr 3:14-15); Mt 28:19-20). En seguida aquellos que llegaron a creer en Jesucristo también eran llamados discípulos (Hch 2:44; 4:32; 6:1-2).


¿Para qué se evangeliza? No se evangeliza para dar a las personas entrada libre al cielo, para que sean felices, para que tengan éxito material o para que se libren del sufrimiento. Se evangeliza para que en ellas se cumpla la voluntad de Dios de reconciliar a los miembros de la raza humana con él, entre sí y con la creación. En otras palabras, se evangeliza para hacer efectiva en la vida humana la realización del propósito de lo que Dios hizo mediante los evento salvíficos de su Hijo Jesucristo. Quienes reciben el evangelio emprenden el camino del discipulado cristiano. Hacen suya la confesión fundamental de la iglesia del primer siglo: Jesucristo es el Señor. Se comprometen con él como el como el Señor de la totalidad de la vida y de toda la creación, y se proponen vivir a a luz de esa confesión.


Esta es la meta de la misión de la iglesia. En la denominada Gran Comisión en Mateo 28:16-20, el mandato de "hacer discípulos" es precedido por la afirmación de la autoridad universal del Cristo resucitado (Mt 28:18-19). porque Jesucristo es Señor de todo el universo, debe ser proclamado como tal en todas las naciones, para que en todas ellas haya discípulos que lo confiesen como Señor de todo y hagan honor a esa confesión.


Para cumplir este propósito, se requiere la proclamación del evangelio completo. Sin la proclamación de Jesús como Señor, el evangelio no es completo, y sin este tampoco puede haber misión integral. Este es el problema con varias versiones del mensaje cristiano en América Latina: restringen la acción de Jesucristo a la vida privada, -a "cuestiones espirituales"- y excluyen toda referencia a otras dimensiones de la vida y la creación. Si Jesucristo es el Señor de todo y de todos, la iglesia es la comunidad de fe llamada a encarnar el testimonio acerca de su señorío sobre la totalidad de la vida, incluyendo la esfera socioeconómica y política.


Los discípulos de Jesús no se distinguen por ser meros adherentes a una religión, un culto a Jesús. La misión de la iglesia tiene que orientarse a hacer discípulos en cuyo estilo de vida se reproduzca el ejemplo de Jesucristo, un ejemplo de amor incondicional a Dios y al prójimo, servicio humilde y solidaridad con los pobres, compromiso con la verdad e intransigencia con toda forma de hipocresía.


 

Artículo tomado del Comentario Bíblico Contemporáneo. Pág. 1252.



El Comentario bíblico contemporáneo (CBC) es un comentario de toda la Biblia, desarrollado y escrito en América Latina por un grupo de más de 100 escritores representando un gran panorama de denominaciones evangélicas. Incluye más de 100 artículos que hacen puente entre la Palabra de Dios y las necesidades pastorales y éticas en el continente. El CBC representa un esfuerzo grande del equipo de editores y escritores durante 12 años y es publicado por un consorcio de editoriales que incluye Ediciones Kairós, Certeza Unida, Ediciones PUMA, Andamio y Certeza Argentina. De un solo tomo de 1700 páginas hermosamente diseñado e impreso con pasta dura, está disponible a través de las mejores librerías cristianas del continente o cualquiera de los distribuidores.


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