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Conocí a Dios en la universidad de Cs Químicas en La Plata

A los 17 años comencé mis viajes a La Plata, feliz, con una sensación de triunfo e independencia. ¡Estaba por comenzar la universidad! un camino anhelado como trampolín a una mejor situación económica, un corte definitivo con mis padres ya separados con los que no me llevaba bien, y la gran oportunidad para cambiar el mundo.


¿Cómo elegí estudiar Química? Armé una lista con las carreras que más me gustaban: Profesorado en historia, Contadora pública, Bioquímica o Química. Y me pregunté: “Beatriz,¿Cuál de todas te parece la carrera más difícil y desafiante? – y me respondí - ¡¿Química?!” Y sin más, decidí ingresar en la Universidad Nacional de La Plata, en la carrera de la licenciatura en Cs Químicas.


Así era yo a esa edad, decidida y creyendo que ya lo sabía todo, inclusive creía saber cómo ayudar a las personas pobres en necesidad. Por eso, aún antes de haber aprobado el curso de ingreso ya me había involucrado con la juventud universitaria peronista (JUP). El modelo de mi padre italiano, sindicalista honesto, socialista y pro revolución cubana, no me daba margen de maniobra para hacer otra cosa. El mandato de Francisco Buono y la urgencia por el cambio social que se respiraba en el ambiente de esa época tenían un peso de influencia muy grande en mi vida.


Los mejores encuentros con nuestros compañeros y compañeras los teníamos caminando por la calle 1 hasta la estación de trenes, en la calle 44. Nos agrupábamos por facultad y ramal de trenes, nosotros éramos los de química ramal Quilmes. En ese grupo conocí a Hugo Landerreche, quien destacaba porque, de todos los principiantes, estudiaba poco y sacaba las mejores notas, un típico “bocho”. Lo admiraba mucho por su inteligencia y, además, por ser un joven alegre y confiado. En mi ignorancia pensaba que mis temores en comparación con su carácter seguro se debían a que él era un egresado de un industrial con énfasis en las ciencias, lo opuesto al Bachillerato que yo había completado, con mucha cultura general pero poco entendimiento de moléculas y átomos.


Recién luego de varios meses pude entender que su seguridad y confianza se debían a otros motivos. Hugo se identificaba como cristiano evangélico y solía contarnos de la felicidad que le daba su fe en Jesucristo. Confieso que su fe me perturbaba, era algo que no podía entender en un varón al que consideraba intelectualmente tan superior. Según lo que había aprendido de SAN Freud, la fe es el recurso de los débiles y Hugo parecía ser muchas cosas menos un débil. La única vez que Hugo intentó evangelizarme, le respondí de manera muy hiriente y agresiva: “Por favor no me vengas con esos cuentos de niñas”.


La Beatriz llena de entusiasmo y energía en 1971, hizo un giro de 180° al año siguiente: Me peleé con un novio que había conocido en 1ero, me alejé desilusionada del partido peronista, comencé a extrañar a mis amigas del liceo de señoritas, quienes se fueron a estudiar a la UBA y, además, me enfermé y deprimí. Otro compañero, Roberto, el segundo mejor alumno en mi curso, me visitó y cuando me vio tan deprimida, mientras se despedía, me dijo: “ya probaste tantas cosas, ¿Por qué no intentás buscar respuestas en la Biblia? “¡Noooo!”, “¿a qué se refería?” Comencé a pensar que me estaba perdiendo de algo que no entendía.


Esta vez fui yo a buscar a Hugo: “¿Podrías hablarme de tu Dios?” Pero él no se animaba a hacerlo, le costaba entender que sus oraciones y las de otras personas de su iglesia estaban dando el resultado esperado. Finalmente llegué a un culto evangelístico en su iglesia local en Quilmes y me rendí a Jesucristo en el momento que el pastor hizo un llamado. Hacía tiempo que no lloraba tanto y me sentí en paz.


Mi conversión fue muy radical: De golpe dejé de fumar los 3 paquetes de cigarrillos diarios, ya no tomé más anfetaminas, superé mi depresión y pasaba horas cantando alabanzas, leyendo la Biblia y participando en las reuniones en la iglesia local. De anti y perseguidora de los cristianos, Dios me ubicó en un nuevo rol dando testimonio de mi incipiente fe en el "Jesucristo - Che Guevara" que llevaba estampado en unas camisetas que me había diseñado. Me llevó un buen tiempo crecer en una relación cercana con Dios Padre y, mucho más tiempo aún, descubrir al Espíritu Santo. Por favor, entiendan que les comparto mi proceso de conversión progresiva, sabiendo que desde el inicio la trinidad operó en conjunto para mi salvación.


A los pocos meses, volví a la militancia, pero ya no desde un partido político porque no creo que Dios me estaba llamando a hacerlo así, sino desde el ministerio de la Asociación Bíblica Universitaria Argentina (ABUA). Un grupo de jóvenes, la mayoría recién convertidos a Jesucristo, comenzamos a evangelizar en nuestras universidades utilizando diferentes métodos, muy expuestos y jugados, en un tiempo político extremadamente peligroso. Con otro amigo y compañero, Arnaldo Visintin, nos poníamos a la par con los líderes del Partido Socialista o del Partido Revolucionario de los Trabajadores para promover y vender la Revista Certeza, como excusa para dar testimonio de nuestra fe.


Otro frente de batalla lo dimos en sociedad con la iglesia reformada de los Hornos, en las

afueras de La Plata. Estudiantes de diferentes disciplinas nos pusimos al servicio de los vecinos de un barrio muy humilde con necesidades de todo tipo. La iglesia abrió un galpón que nos servía para alfabetizar, dar obras de teatros a los niños, capacitar sobre métodos anticonceptivos, explicar cómo higienizar los alimentos, consejos básicos sobre cuidado de la

salud, de los dientes (…) Intentábamos servir a ese barrio carenciado con el amor de Jesús y los conocimientos que estábamos adquiriendo en nuestras carreras universitarias.


Ojalá este testimonio sirva para darles ánimos a quienes tienen el llamado de evangelizar a sus compañeros en la universidad u otros centros de estudio. La persona aparentemente más difícil o contraria al evangelio de Jesucristo puede rendirse ante el buen testimonio personal, la oración comunitaria y la proclamación de la Palabra. “Yo sembré (dice Pablo), Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios (1 Corintios 3:6), RV60”


 

Beatriz Buono

Se ha desempeñado por más de 30 años como la directora ejecutiva y editora general en la editorial Certeza Argentina. Gerente de finanzas en el pool de Certeza Unida. Es miembro fundador de la red Letra Viva y coordinadora del proyecto Letra Viva Books en Miami. Licenciada en Química (orientación química analítica) Universidad Nacional de la Plata, Técnica Superior Bilingüe en Relaciones Empresariales en CAFI (Centro Académico de Formación de idiomas). Magister en teología con orientación en familia en CETI (Centro de Estudios Teológicos interdisciplinarios). Desde su conversión a Jesucristo sirvió en la Asociación Bíblica Universitaria Argentina (IFES A.L.) en diferentes áreas. Actualmente como presidenta de la Junta directiva y la representante legal.

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